Uno de los defectos más habituales en la fabricación tradicional es preocuparse por que cada máquina y en general cada recurso produzca lo máximo posible. Figuradamente (o no), las materias primas se introducen por un extremo de la cadena de fabricación, “empujando” a lo que ya hay dentro a que avance.
Cada etapa trabaja a toda su capacidad mandando su producto intermedio hacia la siguiente etapa, hasta que sale el producto final por el otro extremo. Es lo que se denomina un sistema PUSH.
El principal problema de este sistema es la sobreproducción, tanto de producto final como de stock intermedio. Es una máquina de generar inmovilizado.
Así pintado, hace que cualquier alternativa parezca apetecible. Y existe. Se llaman sistemas PULL, donde se trata de no producir hasta que no haya demanda. La demanda externa (un pedido) genera una necesidad de fabricación en la última etapa del proceso, que necesitará un producto intermedio de la etapa anterior, generándose una cadena interna de demanda. Así, el pedido “tira” de la producción, fabricando exclusivamente lo que se necesita cuando se necesita.
Los sistemas PULL reducen el desperdicio de stock, y son uno de los pilares de la filosofía LEAN. Apliquémoslo entonces ¿no? ¿qué pega puede haber?
Nosotros.
La mayor pega de los sistemas PULL somos nosotros.
Como gestores nos haremos los convencidos y lo intentaremos implantar, pero nos saldrán sarpullidos en cuanto veamos una máquina parada (o cualquier otro recurso), y volveremos a las andadas.
¿Y como recursos? (espero que nadie se ofenda por llamarle recurso) Aquí es donde veo el mayor riesgo, y pongo un ejemplo.
Garantízale a un estudiante que con 4 horas de estudio efectivo aprobará el siguiente examen, pero que las tiene que hacer el día anterior al examen, no antes. Muy bien, se programa estudiar el día anterior de 19:00 a 23:00. Y se acuerda el día anterior a las 19:15, en la calle. Llega a casa y habrá que picar algo, y ya de paso termina de ver el capítulo de la serie que dejó a medias y así aprovecha el tiempo. El capítulo termina y salta al siguiente, que está super-emocionante. A las 20:45 consigue sentarse y se dispone a abrir el libro (que antiguo soy)… que está todavía en la mochila. Va, viene, abre el libro, cuenta las páginas que le quedan, se pone un poco de música en el móvil para amenizar todo eso. 27 mensajes, los deja para luego. No, los de alguien los tiene que leer ahora. Ya de paso lee todos. Que habrá colgado ese alguien en Facebook (que antiguo soy). Ya de paso mira lo de todos. Vuelve al libro. Mejor se hace un resumen. Busca un boli y un folio. En casa están cenando y se apunta, ya se quedará luego un rato más estudiando. Vuelve. 14 mensajes. Abre el libro pero ya con boli y folio al lado. Son las 23:00. Estudia algo y lo deja a las 23:50. Mañana se levantará algo antes para terminar. Pone el despertador. Al despertador por supuesto algo le pasará para no sonar…
En fin, como son los jóvenes de hoy en día. Que poca planificación y que poca preparación del puesto para que cuando toque, se rinda al 100%.
Algo análogo a esto no nos pasaría nunca en un entorno adulto y organizado como es el de la empresa.
¿Verdad?
Ingeniero Industrial | Freelance | Experto en Planificación y Procesos
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