Los procesos son conjuntos de operaciones que transforman unas entradas en unas salidas, consumiendo unos recursos.
Dicho así, está claro y no admite mucha discusión; pero tampoco es que sirva de mucho…
Lo interesante de los procesos es el enfoque, la forma de aproximarse a la producción. Y cuando digo producción me refiero no solo a la fabricación: cualquier actividad de la empresa (ingeniería, compras,…) puede representarse como procesos.
Al representar la empresa a través de procesos, se generan líneas transversales que atraviesan la organización, y lo que es más importante, conectan con el cliente.
Porque una salida es siempre para satisfacer la necesidad de un cliente. La salida final de nuestra empresa será para el cliente externo, pero todas las salidas del resto de procesos satisfarán (que palabra más rara, he tenido que confirmarla) a un cliente interno.
De la misma manera, existen entradas externas al proceso, por ejemplo, el propio contrato con el cliente, pero todo el resto de procesos precisan de entradas internas.
Y aquí viene la gracia: las salidas internas son (o deberían ser) a su vez entradas internas de otro proceso. ¿empiezas ya a ver cabos sueltos en tu organización, cosas que se hacen no se sabe muy bien para qué/quién?
A ser posible, las salidas de un proceso deben valer más que sus entradas, generándose valor. Es un concepto complicado de cuantificar (excepto en la salida para el cliente externo), pero sí es fácil intuir cualitativamente si un proceso aporta valor o no.
Y para transformar las entradas en salida, es necesario consumir recursos: horas persona, horas máquina, espacios… Recursos en general caros y escasos.
Y claro, el valor generado en un proceso (difícil de cuantificar) debería ser mayor que el consumo de recursos (¡estos sí que son fáciles de valorar!).